La visión que tenemos sobre nuestra madre y nuestro padre va cambiando a lo largo de las distintas etapas del ciclo vital : en la infancia los admiramos; en la adolescencia los rechazamos; en la juventud los olvidamos y de mayores los redescubrimos como personas.
Pero ¿y en la vejez?, ¿qué ocurre?, ¿qué sentimientos aparecen? Podemos decir que en esta etapa de la vida se produce una inversión de los roles que durante los períodos anteriores habían sido los habituales: de cuidar a su descendencia, los progenitores pasan a ser cuidados por sus hijos e hijas. Padres que relegan el protagonismo y vástagos que desean asumirlo.
La etapa de la vejez se caracteriza por aspectos vitales cruciales que se podrían resumir en pérdidas, crisis y reorganización de un proyecto. Por un lado, en este período se presenta la oportunidad para desarrollar proyectos postergados; por otro, este momento representa la despedida de la juventud y ese duelo genera inseguridad, baja autoestima, tristeza …
La palabra vejez parece que da miedo porque significa enfrentarse a la etapa final de la vida de nuestros padres; y en nosotros (hijos e hijas) genera sentimientos ambivalentes de amor-odio; ternura-afecto-agradecimiento; miedo-enfado-confusión, etc.
Nuestros progenitores se hacen mayores cuando nos damos cuenta de que ya no son aquellas personas tan capaces, nos necesitan y se vuelven un poco más torpes, olvidadizos. Aquellos pilares fuertes sobre los que nos apoyábamos han perdido autonomía y pasan a depender de nosotras/os. Es probable que al principio pasemos una etapa de negación o de oposición a lo que está sucediendo, no pudiendo entender las reacciones de los padres, lo cual nos genera irritabilidad, rabia, culpa, confusión, miedo, frustración, tristeza, … e insistimos en que vuelvan a ser los que eran o como eran. Y reproducimos frases como éstas: “tienes que salir, hacer ejercicio, quedar con los amigos y charlar…”. “No entiendo cómo se te ha podido olvidar que hoy veníamos a comer…”. Es decir, tendemos a negar las limitaciones propias de la edad o de la enfermedad. Pero en cuanto aceptamos la situación de vejez o enfermedad podemos sentir ternura, cariño, tolerancia y comprensión.
Además, a veces coincide la etapa del envejecimiento de los padres con la adolescencia o crianza de los propios hijos/as, lo que requiere un trabajo de organización de toda la familia, de búsqueda de diferentes recursos. Cuando el hijo o hija cuidadora siente que su vida se ha detenido demasiado o que aparece la rabia e incluso el rencor por “tener que cuidar” de sus padres, significa que ya ha llegado al límite de la sobrecarga y se ha entregado demasiado, a costa de su propia salud.
¿Qué consejos podemos dar? Aquí va alguno:
– Poner palabra a lo que está sucediendo alivia a padres e hijas/os.
– Cuidemos sin descuidar nuestras vidas y sus deseos.
– Acompañarles con lo que les suceda, estar ahí y ser realistas, por ejemplo en cuanto a la gravedad de la enfermedad, pérdida o disminución de capacidades, etc.
– Respetar sus deseos y comunicarse con ellos para conocer lo que desean, preguntarles, tenerles en cuenta…
– Permitirnos la tristeza porque para nosotras/os también es un duelo el darnos cuenta de cómo envejecen. Asumir que el paso del tiempo es inexorable y que nos llega a todo el mundo.
– Cada familia se organiza como puede, no hay una única manera correcta de cuidarles y cuidarnos. Que ese cuidado no invada nuestra vida bajo la creencia de que sólo nosotras/os podemos cuidarle “bien”.
Idoia Madarieta, psicóloga, psicodramatista de Ediren
Hola. Estoy muy triste porque debido a un deterioro progresivo de la salud de mi padre tuvimos que internarlo en un geriátrico. No pudimos ni podemos cuidarlo nosotros por cuestiones laborales. Él está lúcido y si bien en un primer momento pidió ir, cada vez mas se acrecientan sus ganas de irse a su casa sin importarle cómo y dice poder manejarse solo, en la misma medida se acrecientan sua linitaciones y pelea y exige de muy malos modis. Yo trato de mantener la calma pero a la vez me saca su exigencia y que no vea lo mucho que hemos hecho y hacemos por él en sus distintas enfermedades. Por momentos siento culpa de dejar que termine su vida en un lugar que no es su casa pero a la vez no puedo hacerme cargo de sus cuidados. Encima nos encontramos en medio de esta pandemia que noa complica aún más (de hecho se contagió covid y salió). No puedo explicar la tristeza y ka impotencia que siento pese a que siempre ha sido manipulador y egoista. Es mi viejo y no quiero que sufra
Buenos días Mª Eugenia. Nos hacemos cargo de este momento tan complicado que te está tocando vivir con tu padre… Muchas gracias por compartir cómo te sientes, mucha gente se sentirá identificada con tu comentario… Te está tocando vivir un momento muy complicado, y gestionarlo con esta situación de pandemia es todavía más duro. Si necesitas ayuda profesional, no dudes en contactar con nuestro equipo de psicólogos y psicólogas de la cooperativa. Saludos.