Hoy en día, todo el mundo da consejos. Estamos rodeados de un ejército de consejeras, maestros y mentores. Nos dan consejos en la radio, en el periódico, en la frutería… y no sólo de fruta…. Todas las personas sabemos de remedios que una vez nos funcionaron; incluso nos dijeron que era bueno tomar una cápsula de X para tener energía, porque al primo de la amiga de fulano, le vino maravillosamente.
Consejeros y consejeras ha habido toda la vida: curas, directores espirituales,… que al fin y al cabo nos decían qué y cómo hacer las cosas; nos dirigían la vida.
Pero, ¿realmente nos funcionan, son útiles estos consejos?
Vivimos en una sociedad híper dirigida y proteccionista, que muchas veces no nos deja pensar por nosotros/as mismos/as. Por ello, en estos momentos queremos y luchamos por ser protagonistas de nuestra vida, aunque eso no quiere decir que no necesitemos ayuda.
La gente viene al psicólogo a pedir consejos, “¿me conviene o no mi pareja?” “¿tengo o no tengo que divorciarme?”, ¿cuánta paga le tengo que dar a mi hijo adolescente?”. En definitiva, ¿qué tengo que hacer con mi vida?
Pero los consejos pocas veces sirven; es más importante conocer el problema, saber enunciarlo, antes de encontrar una solución. Aconsejar no es decir lo que esa persona tiene que hacer, no estamos para solucionar o dirigir la vida de nadie. Cada cual tiene que asumir y decidir por sí mismo/a, nadie tiene que decidir por ti. El problema es que a veces nos sentimos tan dirigidos/as en nuestra propia vida, que no sabemos tomar decisiones, algo que tenemos que ir aprendiendo desde pequeños/as.
Vamos a poner un pequeño ejemplo. Imaginemos una mujer de unos 30 años, enfermera y con pareja, con una situación laboral un tanto precaria por parte de ambos, aunque van tirando, a la que le ofrecen un trabajo en Finlandia para los próximos cuatro años. Tiene una semana para decidir y dar una respuesta, si no, pierde la oportunidad. ¿Con quién hablaría? ¿Qué consejos le darían? Si hace caso a todo el mundo, le van a poner la cabeza…: “pagan bien, pero hace mucho frío, tiene un buen sistema educativo y sanitario, pero vas a perder los puntos para cuando vuelvas y vas a tener más difícil encontrar luego trabajo…”.
Los consejos son generalizaciones, puede que una persona le venga bien y a otra no, e incluso a la misma persona puede que le venga bien o no, dependiendo del momento en el que se encuentre. Así, no enseñamos a crecer y no damos autonomía. Queremos ser protagonistas de nuestra vida, pero eso no quiere decir que no necesitemos ayuda. Pero que no nos digan lo que tenemos que hacer, si no que nos escuchen, que nos den opciones abiertas y, sobre todo, que nos enseñen a despedirnos, porque elegir es renunciar.
Por eso, desde la Psicoterapia enseñamos a pensar sobre el problema con el que la persona viene, a hacer un planteamiento del problema, nunca damos un pensamiento cerrado: “lo que tienes que hacer es…”; eso, pocas veces funciona. Más que señalar cuál es la opción correcta, enseñamos a renunciar, que es algo que no nos enseñan y además, muchas veces no estamos dispuestos/as a renunciar a nada, o simplemente no sabemos hacerlo. Ayudamos a generar criterios, definir prioridades y una jerarquía de valores.
En Psicoterapia ayudamos a que la persona se visualice en ambas opciones, que se sienta capaz de realizar ambas y cuando llegue a esa situación, entonces es más capaz de decidir.
Resumiendo, tomar decisiones requiere:
1. Parar
2. Tomar conciencia de que tengo un conflicto y darme permiso para dudar
3. Establecer una escala de prioridades
4. Renunciar, decir “no” a algo o alguien
5. Hacer la elección
Beatriz Fernández Corres, psicóloga, psicodramatista, terapeuta psicomotriz de Ediren
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