La reciente movilización de jóvenes durante las inundaciones en Valencia ha roto los estereotipos que suelen acompañar a la llamada «generación de cristal» que tanto hemos escuchado en estos años. Esta idea está asociada, principalmente, a su mayor capacidad de queja y de exposición sobre sus situaciones particulares.
Esta etiqueta, que pretende reflejar una supuesta fragilidad emocional, sugiere que las personas jóvenes de hoy son menos resilientes o están más volcadas en sus propias emociones que en la acción. Sin embargo, en esta crisis, ellos y ellas estuvieron entre los primeros en actuar: organizaron voluntariados, ayudaron al vecindario, limpiaron escombros y, mediante las redes sociales, facilitaron la llegada de ayuda.
Jóvenes con empatía y compromiso
Estas acciones prueban que su sensibilidad no es una barrera que les impide relacionarse con el mundo adulto; sino una fuente de energía que los motiva a actuar con empatía y compromiso cuando la comunidad los necesita. Como el cristal templado, material utilizado para proteger bancos, autobuses y demás activos valiosos, pueden parecer frágiles a primera vista, pero son increíblemente fuertes y adaptables frente a la adversidad. Que sean capaces de expresarse y dejar ver a través de ellos y ellas no quiere decir que sean débiles.
Agentes de cambio
Este impulso por construir, ayudar y actuar en situaciones difíciles también les permite transformar sus emociones intensas en algo útil y valioso. A través de acciones concretas, bien limpiando calles, apoyando emocionalmente a quienes están más afectados o recolectando escombros, encuentran la forma de canalizar su ansiedad y dolor hacia la acción; transformando la ansiedad en esperanza. Lo que para algunos puede parecer «hipersensibilidad» es en realidad una poderosa capacidad para conectar con las demás personas y generar un cambio positivo en medio de la adversidad. Su respuesta en Valencia es un testimonio de su profunda resiliencia, donde el dolor compartido se convierte en solidaridad y apoyo mutuo; simbólicamente reflejado en las labores físicas por dejar un mundo mejor.
Juicio intergeneracional
Todo lo descrito invita a reflexionar sobre un ciclo que se repite en la historia. Cada generación tiende a juzgar a la siguiente, dudando de si su carácter y valores estarán a la altura. Lo vemos en los telediarios, lo leemos en prensa y nos lo creemos por agotamiento:
- Desde Sócrates, que criticaba a las personas jóvenes de su época por su supuesta falta de respeto.
- Hasta las críticas que enfrentaron los Baby Boomers cuando desafiaron las normas en su juventud.
- O las etiquetas de «superficiales» que han pesado sobre los Millennials.
La historia demuestra que siempre se critica al que venga por detrás. Este juicio intergeneracional surge, en parte, de un choque natural de valores; donde los cambios son vistos como pérdida en lugar de como evolución. Es importante entender que el mundo es una realidad dinámica dónde las generaciones no son mejores o peores que las anteriores, sino que simplemente son e intentan salir a flote en el momento y contexto que les ha tocado.
Derribar estereotipos
La rápida reacción de la «generación de cristal» en Valencia invita a abrir los ojos y a avanzar en una reflexión que permita ver más allá de la etiqueta de «fragilidad». Esta generación no solo enfrenta sus propias luchas internas, sino que también transforma su sensibilidad y empatía en acciones que benefician a su comunidad.
Como el cristal templado, han aprendido a forjarse a través de su propia vulnerabilidad, convirtiéndola en fortaleza y adaptabilidad. En lugar de caer en los prejuicios generacionales, es momento de reconocer que cada generación aporta algo único y necesario, enfrentando sus propios desafíos y contribuyendo a una sociedad que avanza hacia un futuro más solidario, resiliente y lleno de empatía.
Fdo. Joel de Francisco, psicólogo
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