Acabamos de celebrar en Ediren nuestras XV Jornadas Salud y Modos de Vida. Han tratado sobre «Vivir con dolor crónico» y han contado con una gran aceptación. Gracias a todas la personas invitadas a las distintas charlas y mesa redonda por haber hecho posible este evento:
- Profesionales de la Unidad del Dolor de la OSI Araba, a su responsable Enrique Bárez y a la psicóloga clínica Rocío Barreira.
- Al médico de familia del Centro de Salud de San Martín, Iñaki Aguirrezábal.
- Especial mención a Susana López Támara, que participó en la mesa redonda para ofrecer su testimonio en primera persona sobre vivir día a día con dolor crónico.
- Nuestras profesionales del equipo, tanto de Salud Mental como de Salud Corporal, han sido también protagonistas de este evento: las psicólogas Arantza Gómez y Miren Bárcena, así como las fisioterapeutas Patricia Gas y Yolanda Valle.
- Pero quienes de verdad han protagonizado el evento han sido todas las personas que se han acercado estos días hasta nuestra cooperativa. Igualmente aquellas que han estado presentes vía online y que han participado activamente en estas Jornadas. Gracias a todas ellas.
Te dejamos a continuación una síntesis sobre lo que se abordó en estos días.
Cuando el dolor crónico condiciona nuestra vida
Arantza Gómez, psicoterapeuta
En todas las lecturas a las que me he acercado, definen el Dolor como una alarma útil y funcional que tiene como objetivo proteger a nuestro organismo. Y es que nos avisa de que algo no funciona bien, ya sea una enfermedad o herida. Además, el dolor en inherente a nuestra existencia, puesto que nos va a acompañar en ciertos momentos a lo largo de nuestra vida. Hasta aquí bien. Pero, ¿qué pasa cuando el dolor es crónico está presente diariamente, con diferente intensidad ? Las personas que lo padecen se preguntan: ¿el dolor se convierte en el objetivo y el centro de mi vida?, ¿soy algo más que una persona con dolor crónico?
Dolor crónico y duelo
En general, las personas que tienen dolor crónico nos dicen que es una experiencia que conlleva sensación de soledad, incomprensión, frustración, indefensión e incluso aislamiento y depresión.
Desde aquí vamos a definir Dolor como Duelo; no es sólo que todo duelo conlleva dolor, que sí, sino que la experiencia de asumir y aceptar el dolor crónico supone afrontar que nuestra vida va a cambiar. Hay que despedirse de lo anterior, de ciertas actividades, de una forma de relacionarse con nuestro cuerpo, con los demás, con la vida y con uno/a mismo/a. Hay que ser consciente de que todos los cambios cuestan y asustan. El tiempo y la forma de afrontar esos cambios depende de los recursos personales, del acompañamiento profesional, de la red social y familiar con la que se cuente, y de la capacidad para pedir ayuda y dejarse ayudar.
Desde EDIREN apostamos por un trabajo interdisciplinar a la hora de acompañar a las personas con dolor crónico. Una de nuestras fortalezas es contar con un equipo que nos permite hacer un amplio abordaje, tanto desde la atención individual, como la grupal; desde la salud mental, la corporal y la social.
Nuestra propuesta pasa por atender los aspectos sociales, psicológicos/emocionales y biológicos que se ven afectados en estas situaciones; promover y fomentar el mayor grado de autonomía posible, posibilitando el protagonismo de las personas en su camino hacia la salud. Asumimos que es un trabajo en equipo entre la persona afectada, su red social cercana y las/los profesionales que le van a acompañar. Por ello consideramos que no es realista ni sano colocar al paciente en un lugar pasivo a la espera de una cura mágica.
Diferentes estudios y la experiencia nos dicen que: un buen acompañamiento emocional, médico y de actividad física cambia la forma en cómo sentimos e interpretamos el dolor, fomentan la autonomía y permiten una mejor adaptación a la nueva situación vital.
La mirada de quien cuida/acompaña
Miren Bárcena, psicóloga
Cuando hablamos de dolor crónico, ¿es importante mirar a través de la persona que cuida y/o acompaña? La respuesta por supuesto es sí.
El acompañamiento y el cuidado de una persona que padece dolor crónico puede durar desde meses hasta años. Esta situación puede provocar, en muchas ocasiones, una interrupción de los roles tanto familiares como sociales. Esto sumado a la propia tarea de acompañar y de cuidar puede desembocar en una crisis, generando así una situación de sobrecarga. Si además no gestionamos la misma de una manera adecuada, puede tener una repercusión negativa en nuestro estado físico y psicológico.
Con respecto a la sobrecarga, es importante destacar que ésta tiene un componente subjetivo y otro objetivo. Las modificaciones a realizar en la vida diaria para poder acompañar y/o cuidar a la persona que padece dolor crónico, sería el componente objetivo; y la manera en la que yo hago frente a dichas modificaciones, tanto a nivel físico como emocional, sería el componente subjetivo; es decir, las herramientas de las que dispone cada persona para llevar a cabo esta nueva situación.
Rol de persona enferma y rol de persona que cuida/acompaña
Sin embargo, a pesar de disponer de dichas herramientas la relación entre la persona que acompaña y/o cuida y la persona que padece dolor crónico suele verse afectada. El impacto en la relación será mayor o menos dependiendo de varios factores. Por un lado, hay que tener en cuenta el rol del enfermo; es decir, si es una persona muy demandante o intenta reducir su dolor ante otras personas; también influirá la relación que existía previamente a desarrollar el dolor crónico, si es que en algún momento no ha existido, etc.
Todo ello, a su vez, puede generar culpa en ambas personas, lo cual hace que la relación se vea afectada negativamente:
Amortiguadores del estrés
Teniendo en cuenta todo lo anterior, existen algunos moduladores o amortiguadores del estrés a tener en cuenta:
- Es muy importante no caer en dinámicas dónde la persona cuidadora lo haga todo porque. Esto puede hacer que la persona con dolor crónico se acomode y no haga todo lo que está en su mano para mejorar. En este sentido, habría que resaltar la idea de fomentar la autonomía y no la dependencia.
- No caer en reproches pero sí establecer ciertos límites. Y es que para poder cuidar de una manera adecuada es necesario el autocuidado de la propia persona que cuida.
- Por último, una buena red de apoyo sería la clave para poder sobrellevar la carga. Cuando hablamos de red apoyo, hacemos referencia no sólo a espacios relacionados con el tema, si no a espacios de disfrute personal y de desconexión. Unos espacios en los que la persona pueda apartarse un poco del rol de cuidadora y, de la misma manera, aprenda a delegar en otras personas dicho cuidado.
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